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La importancia de corregir a tiempo

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Octubre de 2012. Era un momento glorioso a pesar de que Chávez estaba tratándose un cáncer. Acabábamos de ganar con amplio margen las presidenciales de 2012 y celebrábamos esa, nuestra última gran victoria. Sin embargo, siempre hay unos tipos que nos dedicamos a pensar más allá de las celebraciones y a fastidiar con los detalles.

Luigino Bracci, tuvo el tino de observar una tendencia según la cual el crecimiento de la oposición era tremendo, mientras que el del chavismo no. Él proyectó que, de no cambiar los métodos y corregir, en el 2018 la oposición lograría 850 mil votos más que el chavismo.

El texto a continuación NO CONSIDERA la acción perniciosa, diabólica en algunos casos, de los factores de oposición que inciden en la extraña ecuación de la política y la economía nacional. Intenta ser sólo un análisis de la conducta gubernamental y plantea aportes para poder resolver los aspectos más importantes de la gestión del Estado y explora sólo el histórico del Gobierno, para poder dilucidar un plan de acción.

El desgaste natural


Chávez lo vio venir, y el 20 de octubre de ese año ofreció un discurso gigante en el que planteó cómo corregir. Lo que ahora llamamos “El golpe de timón”; un importante documento que debía guiar el quehacer revolucionario en lo sucesivo. Visto con la distancia de cinco años, comprendo que Chávez estaba dejando un camino a seguir porque sabía que podría faltar antes de culminar ese mandato.

Pero por lo pronto, el punto de cruce de tendencias se ubicaba en 2018. Una de las cosas que discutíamos en foros y diversos espacios era cómo el tiempo jugaba en contra de la revolución. Si los nuevos votantes adquieren ese derecho a los 18 años, ¿Cómo explicarle los desmanes de la cuarta república a ese grupo? ¿Cómo recordaría un votante de 2018 el golpe de Estado de 2002 y el paro petrolero? Habrían sido niños de muy corta edad y no habría como hacerles recordar las penurias que el pueblo pasó a causa del capricho empresarial. Era urgente una escuela de cuadros; un proceso formativo destinado a explicar qué es la revolución y por qué la estamos haciendo.

 

Son fáciles de reclutar; no conocieron la IV República.

El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) no atendió a ese llamado. Al parecer se sentía satisfecho con ser una maquinaria electoral sin profundidad ideológica. No veían la tendencia planteada.

No hubo que esperar tanto para ver una caída impactante, dado que la muerte del Comandante Chávez nos metió en una nueva campaña política en apenas 6 meses, y esa vez Maduro ganó, pero con un margen estrechísimo. Aún así, seguíamos arriba, vencedores, y un resultado electoral como ese permitía aplazar el momento de corregir. 

Dado que yo también soy fastidioso, escribí tras esas elecciones un documento llamadoReceta para perder 700 mil votos en el que planteé algunos factores clave que perjudicaban al proceso bolivariano. Entre ellos destaco la presencia dentro de las filas revolucionarias de nuevos personajes (sobre todo cantantes, actores y actrices, provenientes de la farándula que históricamente fue un enemigo a vencer), a quienes se le confiaban cuotas de poder. También mencioné el mimetismo entre la oposición y el Gobierno, que apuntaba a la despolarización política, y la falta de claridad del mensaje chavista, que le hacía el juego a la oposición.

En ese texto concluía: “Siguiendo a Sun Tzu, hay que conocer bien el terreno, y nuestro campo de batalla, claro está, no puede ser la pantalla de TV. Nuestro campo de batalla está en la calle, en la gestión, en el buen servicio público y en el buen trato al ciudadano de a pie. Nuestra batalla está en la inclusión que jamás, jamás, la oposición podrá ofrecer. Habrá que cumplir la promesa de gobernar con el pueblo y en la calle, y esa es la única forma en que remontemos la cuesta”.

Al principio, el Gobierno de Calle propuesto y ejecutado por Maduro fue una estupenda forma de entrar en contacto con el pueblo. Maduro fue canciller durante 7 años y estuvo más vinculado durante todo ese tiempo a las formas de la burguesía (protocolos, comitivas) que con el pueblo llano, así que el baño de calle le hacía bien. Pero pronto se hizo patente que no tenía el carisma de Chávez (a quien aún intenta imitar), ni la energía inagotable del Comandante. Maduro no llama a sus ministros a las 3 de la mañana con cientos de ideas en la cabeza y poniéndolos a correr.

Luego vinieron las elecciones de alcaldes, en diciembre de 2013. El pueblo revolucionario había acusado el golpe anterior, de que casi perdemos, y votó ampliamente a favor del Gran Polo Patriótico (GPP). No obstante, un agorero como yo tendría algo qué decir: escribí otro texto: “Muchas alcaldías, importantes pérdidas” en el que denunciaba que los alcaldes y gobernadores electos no surgieron de las bases, sino que fueron postulados “a dedo” por la cúpula del PSUV y ello había generado división y malestar dentro del chavismo que, recordemos, no es sólo el PSUV, sino que se expresa de muchísimas otras maneras.

Allí planteaba: “Quitarle los liderazgos naturales a una revolución es jugar en su contra, aunque electoralmente hayamos vencido. Tarde o temprano esos liderazgos deberán retomar su espacio y es urgente que el GPP comience a tender puentes hacia esos sectores, a fin de incluirlos en la dinámica de gobierno local.”

Lamentablemente esas elecciones fueron suficientemente exitosas como para que se olvidase por completo la idea de corregir. 

El desgaste mediático

Las instituciones siguieron en su burocracia de siempre, pero el Gobierno se creyó en capacidad de resolverlo todo sin consultar a las bases, incluso apartándolas. La práctica del Gobierno de Calle se hizo menos frecuente. Quienes veíamos las políticas gubernamentales avanzar notábamos que cada vez más, al gabinete le resultaba mucho más importante lo que aparecía en pantalla que lo que ocurría en la calle. La figura de Chávez, que siempre fue parte del paisaje, era exacerbada más allá de lo normal. Todo, todo se hacía, según decían, en nombre de Chávez y para cuidar su legado. Al parecer, al Ejecutivo le parecía suficiente con que ciertas cosas no salieran en televisión; olvidando que lo importante era que no siguiera sucediendo en la realidad.

En diciembre de 2013 y enero de 2014 trabajé con el Ministerio de Turismo (con Andrés Izarra como ministro) y como productor de eventos pude constatar de primera mano lo difícil que era convencer a los decisores de incorporar a artistas nacionales y no a grandes estrellas consagradas que cobrarían en dólares y opacarían, no por su calidad, sino por su peso promocional, a los nuestros. Finalmente logramos eventos 100% venezolanos y con  buena participación de músicos tradicionales. Pero costó mucho esfuerzo. Todo esto apoyaba mi tesis personal de que el Gobierno se mediatizaba.

En enero de 2014 un trágico evento vino a ratificar lo que algunos planteábamos. El Gobierno reaccionaba ante la acción mediática y no ante los hechos.

Más de 300 dirigentes populares y campesinos asesinados no fueron suficientes para movilizar el aparato antidelictivo, pero entonces, arrancando 2014, fue asesinada una ex Miss Venezuela. El caso de Mónica Spears fue un movilizador enorme: “Tras este asesinato, se convocó a una reunión especialísima del Consejo Federal de Gobierno (una figura que reune a todos los alcaldes, gobernadores, ministros, vicepresidente y presidente de la República), para tratar el tema de la inseguridad. A esta reunión asistió Capriles, quien en esa ocasión le dio la mano a Maduro.” (Auge y caída de La Salida).

La muerte de Mónica Spear convocó a todos los sectores.

Se configuraba una suerte de pacto: el Gobierno comenzó a parecerse enormemente a un gran Sábado Sensacional. Todo era mediático y prácticamente nada era real. En grandes eventos (conciertos, festividades) se mezclaba impúdicamente a los íconos de la revolución con los artistas de Venevisión.

Mario Silva (cuyo programa nunca me pareció bueno ni sano, pero sí necesario de vez en cuando), fue sustituido por cuatro muchachos que hacen un programa aún menos sano y rotundamete malo. Ellos no tienen ni la capacidad de análisis, ni la calidad de los informantes que tenía Silva, además de que mientras a Mario se le puede encontrar haciendo cola en los mercados, a ellos se les observa en otros abrevaderos, más costosos y ciertamente más divertidos.

Programas como En Confianza (Ernesto Villegas) o Contragolpe (Vanessa Davies) fueron sustituidos por otros de corte más suave. La revista matutina Contrastes fue despojada de su animadora Marinés Torres, quien conoce de primera mano la tradición nacional y supo defenderla en pantalla.

VTV, vacío de contenidos desde la muerte de Chávez, que con su programa dominical ofrecía agenda para toda la semana, cada vez se distanció más de las bases populares. Es impensable en la VTV de hoy un programa como La Lámpara de Diógenes, en el que la gente participaba abiertamente, sin libreto, y denunciaba las fallas o actos de corrupción. No; en la VTV de hoy todo tiene libreto, consignas y, sobre todo etiquetas.

En resumen, el Gobierno intentaba parecerse a los gustos de la “juventud”, pero no para formar una juventud crítica y revertir la tendencia natural al desgaste que mencionábamos antes, sino para crear reacciones ante cualquier ataque al estamento gubernamental. El mensaje mediático es tan confuso que sirvió para apuntalar la alienación de la industria cultural reinante. La revolución no se puede hacer con golf, con ópera, ni con tennis, pero tampoco con bachata y reguetón. Todos esos son lenguajes genuinos de la élite o creados por la industria; y la industria es manejada por la élite. O sea, son dos fases del mismo monstruo.

Winston Vallenilla pasó de ser un animador, a ser el presidente de TVes, canal que se había recuperado para el uso social del pueblo. El vicepresidente del canal mandó a suavizar sus criterios políticos a la gente. Así, la antigua señal de RCTV, ahora en manos del Gobierno, se convertía de nuevo en escenario de misses y de bombas sexys. La famosa oferta de empleo a Viviana Gibelli es apenas la punta del iceberg.

Así como Izarra (hoy tranquilo en Alemania, yerno del alcalde preso Antonio Ledezma) llenó a Telesur de sus ex compañeros de RCTV, buena parte de ellos furiosamente opositores, Winston hace otro tanto con sus ex compañeros. Una de las cosas más difíciles de explicar es cómo puede haber en TVes un programa de chismes. Pero estoy seguro de que si Chávez estuviera vivo, Winston sudaría mucho para explicar que ese programa lo dirija Atamaica Nazoa, la ex Chepa Candela del diario 2001. No más preguntas, señor juez.

Como planteaba antes: “nuestro campo de batalla, claro está, no puede ser la pantalla de TV” pero el Gobierno se empeñó en construir hegemonía mediática. El problema es que nuestro gobierno no sabe manejar los medios de comunicación. Verbigracia: si usted no sabe cocinar pollo, no por tener 10 pollos va a salirle uno bueno; lo más probable es que se le quemen los diez.

Aún no hemos hablado de los medios digitales. El uso de las páginas web del Estado es casi siempre lamentable. Con contadas excepciones, las páginas de las instituciones son poco útiles al usuario. Pocas de ellas ofrecen un simple enlace para comunicarse con la institución vía correo, y si la ofrecen, nadie responde a ese correo. Una satisfacción muy personal de quien escribe fue solucionarle problemas sencillos a la gente por medio de un simple correo electrónico, cuando trabajaba en el Ministerio de Transporte y Comunicaciones, entonces en manos de Francisco Garcés.

Además, las páginas web de las instituciones se sustituyen cada cierto tiempo, de acuerdo al criterio “medalaganístico” del presidente de la misma, quien generalmente NO es comunicador ni escucha a su equipo, arrasando con el archivo digital y borrando la memoria de las gestiones anteriores. Intente encontrar datos de la gestión del Minfra, del Mopvi, del extinto Ministerio de Telecomunicaciones, por ejemplo. No encontrará una hemeroteca o archivo porque con seguridad fue desechado cuando ese ministerio cambió de nombre, y de ministro. Lo más grave es que el mismo criterio aplica para los medios digitales.

En cambio, la propaganda está presente en todas las páginas de Gobierno, y se insiste en manejar la información con una lentitud exasperante. Por eso los usuarios prefieren acudir a las redes sociales, buscando la información en donde esté.

Cuando el presidente Chávez intentó saltarse la burocracia y creó la cuenta @chavezcandanga, recibió tal cantidad de solicitudes que colapsó, así que contrató gente para recoger las solicitudes y transmitirlas a su despacho; era una versión digital de aquella oficina que recoge las peticiones de la gente allá en Miraflores. Para acabar con la burocracia, el mismo Chávez creó otro esquema burocrático. No sé cuántas personas trabajaban en atender esa cuenta de twitter.

Como si se tratase de un mandato de la empresa del pajarito, todos los ministros y ministerios repitieron el esquema. Algunos ni siquiera sabían qué demonios era twitter, pero se lanzaron a la batalla mediática, pésimamente preparados.

Muy poca gente comprendió que al convertir las cuentas de twitter de los ministros y ministerios en vías informativas oficiales (de hecho, no de derecho) se le había abierto la puerta a la mentira. Ahora la gente iba a buscar la información oficial en el twitter, dado que los medios de comunicación tradicional mentían. Los de acá pintaban al país como un paraíso terrenal y los de allá como el infierno con su eterno crujir de huesos.

El desgaste económico

Lo que el Gobierno ha dado en llamar Guerra Económica es algo mucho más complejo que eso. Es decir; la guerra económica es una realidad, pero también es apenas uno entre los varios elementos que han llevado al desastre a la economía nacional. Porque, admitámoslo, es un desastre.

Maduro anunció en enero de 2014 que no habría devaluación del Bolívar. En aquel momento el valor del dólar frente a nuestra moneda era de 6,30. Un dólar = 6,30 bolívares.

Tener acceso a dólares Dicom o Dipro es un trampolín a la riqueza.

Debido a la restricción de divisas vigente desde 2003, y que recrudece año con año, el dólar, necesario para prácticamente cualquier actividad económica en un país monoproductor (a pesar de 15 años de insistencia en salir de ese sistema), el dólar paralelo existió desde el inicio mismo de las operaciones de CADIVI, pero en algún momento la presión cambiaria se hizo suficientemente grande como para modificar sustancialmente el precio de la divisa; y como el Gobierno fuera incapaz de suplir la demanda creciente, el precio del dólar paralelo se disparó, siendo indicada de manera aleatoria por Dólar Today, una página web cuyo dueño es Orlando Urdaneta, involucrado en el golpe de 2002 y ubicado en Miami.

La respuesta a los bulos mediáticos por parte del Gobierno nacional siempre fue contrastarlos con la realidad. Por ejemplo, decían que se iba a caer un puente por el peso de las gandolas, y el Gobierno estacionaba 100 gandolas sobre él. Muerto el rumor. 

En esta ocasión el Gobierno no tiene cómo contrarrestar los precios planteados por Dólar Today, porque no ofrece dólares al mercado nacional. No importa cuántos sistemas de bandas se creen ni qué precios indique el Gobierno. El precio de un producto inexistente es inútil y las leyes de la economía se cumplen, deséelo usted o no. Si no hay oferta, la demanda hará subir el precio del producto, sea éste una naranja, un vehículo o una moneda extranjera. Resulta muy difícil explicar cómo es que ninguno de los cientos de economistas que trabajan en el Gobierno haya podido hacerlo notar.

Pero además, la credibilidad brindada por el mismo gobierno a los medios digitales contribuye a hacer de Dólar Today un indicador confiable para mucha gente. En la realidad cotidiana, es el único indicador vigente. Nadie (o casi nadie) que tenga dólares en su poder los vende por menos de lo que indica la página.

Hagamos un ejercicio. Dolar Today plantea hoy 23 de mayo de 2017, que un dólar cuesta 5800 bolívares. Si un particular X dispone de acceso a dólares Dipro, los podrá comprar a Bs 700.

Supongamos que el Sr. X compró US$ 1000 por tal vía. Ha invertido Bs 700 mil. Vediendo la mitad de esos dólares al precio de DT, obtendrá 2 millones 900 mil bolívares. Con ese dinero puede comprar 4 mil 140 dólares. Así que ahora tiene 5 mil 140 dólares. Multiplicó su inversión por 5 con una simple operación.

Supongamos que la repite. Vende 2500 dólares a precios de DT. Ahora tiene 14 millones 500 mil bolívares, con los que puede comprar la friolera de 27 mil 700 dólares más. En sólo dos operaciones pasó de tener mil dólares a acumular 30 mil y tantos. Es como ganarse la ruleta. El mecanismo descrito es la centrífuga por medio de la cual se desangra al país y es la razón por la que los venezolanos pagan cada día más por cualquier producto que requieran consumir.

Todo esto ocurre en un país en el que muchos productos alimenticios son subsidiados por el Gobierno. Pero hay cientos de productos útiles, necesarios para la vida humana normal, que no son subsidiados. Repuestos de vehículos de motor, computadores, consumibles y en fin, tecnología que no se fabrica en el país, permiten el desarrollo normal de las actividades económicas. Cualquier traba en uno de los eslabones de la cadena económica implica la afectación de los otros. 

Aunque se esperaría que un sistema de distribución de alimentos y otros productos a precios regulados sea beneficioso para los más pobres, esta medida tiene un límite que tiene que ver con el diferencial entre los productos regulados y su equivalente “libre”. Este diferencial es muy similar al que se estableció entre el dólar a 6,30 y el de Dolar Today.

Las arepas de yuca se pusieron de moda en el momento más duro de la crisis.


Una vez que el diferencial es suficientemente grande como para ser buen negocio comprar productos regulados y venderlos a precios “libres”, o artificialmente inflados, el Gobierno y sus sistemas de control están en graves problemas. El sistema para beneficiar a la población se hace ineficiente y se convierte en fuente de corrupción.

El año pasado, ante la acuciante escasez, se aprobó la importación de alimentos por parte de empresas que lograsen encontrar dólares propios. Esta medida habría sido positiva si se hubiese acompañado de la eliminación del doble precio del dólar; pero por el contrario, propició la aparición de nuevos precios en los alimentos, que ahora conforman un indicador mucho más confiable que el de los bachaqueros o el nefasto “Petare Today”. Y es que ahora los precios que ponen en los mercados son legales.

En vez de controlar el comercio de los productos regulados (tarea titánica, lo sabemos) el Gobierno decidió mirar para otro lado. Todo esto ha producido una enorme crisis en las bases de la militancia chavista, y los niveles de popularidad del Gobierno bajaron espantosamente. 

La violencia desatada:

Aprovechando la crisis, la oposición, apoyada por elementos extranjeros cuyo interés es la desaparición del Gobierno venezolano, ha planteado un sistema de lucha tremendamente violento, que lleva ya más de 40 días desde su activación el 11 de abril de 2017 y que cada vez es más difícil de neutralizar.

Freddy Guevara es uno de los activadores de la violencia callejera.

La falta de seriedad en los planteamientos gubernamentales durante los años previos a esta crisis, así como un manejo irresponsable de la economía han sido caldo de cultivo fecundo para las protestas. Retomar el camino es muy cuesta arriba ahora, porque la crisis es moral, y a ella han contribuido todos los factores políticos y económicos del país.

La responsabilidad es de comerciantes, importadores o industriales que lejos de dedicarse a producir, estafan a la nación; pero también de funcionarios que se dejaron mojar la mano, de periodistas que prefirieron ocultar la verdad a “traicionar” su causa política, convirtiéndose así en parte del mecanismo de la corrupción, tanto en el sector público como en el privado.

El problema más serio que enfrenta el país ahora es que a la violencia generada por la oposición es indetenible, porque ya no depende de su convocatoria. Al igual que el paro, las protestas “se le fueron de las manos” y, aunque ahora quieran recoger sus palabras, el agua derramada no se puede recuperar del todo.

La entropía indica que el universo tiende al caos. La oposición ha generado en estos días un caos tremendo, y el Gobierno entonces decide llamar a constituyente y modificar las reglas del juego, justo en el momento más caótico. El Gobierno se suma a la entropía.

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