Maradona, héroe nacional argentino
“Quien no entienda el dolor de un país al ver morir a un ídolo, que calle”.
Apenas con estas palabras pude expresar mis sentimientos por la muerte de Diego Armando Maradona, El Pelusa, D10S, y para su pueblo simplemente “El Diego”. Y es porque la trascendencia de Maradona supera cualquier análisis racional.
Eduardo Parra Istúriz
Siempre fui hincha de Brasil; desde los tiempos en que la selección nacional de Venezuela era un dato al margen con el que nadie contaba, esos tiempos en que los venezolanos, siempre tan cercanos a lo extranjero, usábamos camisas de Italia, Portugal, España (esto, casi siempre por parte de los descendientes de inmigrantes) y los criollos nos dividíamos entre Brasil y Argentina. Yo siempre fui de los canarinhos.
Siempre creí que la comparación entre Pelé y Maradona era muy absurda porque los números favorecían a O Rei, y además por mucho. Pero en la medida en que fui entendiendo al fútbol como un campo de batalla en el que también se juegan revanchas políticas, comprendí que Maradona no era un jugador de fútbol. Maradona era un héroe vivo, un prócer de la Patria Argentina.
La mano de Dios no fue un gol.
Tras la muerte de Diego, justamente el mismo día que se cumplían cuatro años de la partida de Fidel, de quien fue cercano, una de las declaraciones más absurdas y desafortunadas es la del arquero inglés, Peter Shilton, el mismo que recibió el famoso gol de “La mano de Dios”. Ya saben de dónde sale el sobrenombre.
Shilton, en un desafortunado lance, dice que murió un gran futbolista, pero que “no era un caballero; que nunca pidió perdón por haber hecho un gol ilegal”. Uno no sabe si reírse de la inocencia, llorar por la ignorancia, o compadecer la estupidez del arquero.
La mano de D10S no fue un gol, you, sucker!, la mano de D10S fue el mayor evento geopolítico que se haya dado jamás en la historia de los mundiales de fútbol. México 1986 fue una pequeña revancha argentina ante toda la mierda que los ingleses han vertido históricamente sobre la nación austral.
Gran Bretaña, la digna, la legal, intentó invadir la Argentina varias veces en la historia. Como no pudieron hacerse con el territorio continental impulsaron el desgaje de Uruguay, azuzaron a estas naciones contra el pujante Paraguay en una guerra fratricida. No, Shilton, no sólo invadieron Malvinas y expulsaron a los nativos argentinos que las habitaban sino que hicieron una guerra a 15 mil kilómetros de Londres para demostrar su poder.
En 1982 el pueblo argentino, ya herido tras años de infame dictadura, debió tragarse las lágrimas por el hundimiento del Belgrano y por la muerte de sus muchachos, cuyos cadáveres aún se encuentran lejos de casa, en el suelo que el Union Jack sigue profanando, al igual que profanaron el Esequibo venezolano; al igual que profanaron a Guatemala para arrebatarle lo que hoy llaman Belice. Sí, Shilton, la corona se caga en Latinoamérica constantemente.
En México, en 1986, Maradona se burló de todas las leyes, hizo un gol “avivado”, un gol “por la izquierda” un gol tramposo, devolviéndole a Gran Bretaña un poquito de la amargura que siembra desde que se hizo imperio. Repito: la mano de D10S fue el mayor evento de la geopolítica que se haya dado jamás en los mundiales de fútbol. No hay nada por lo qué disculparse, Shilton, no seas ridículo.
Maradona no era un futbolista
Por todo esto, Maradona no es solamente un jugador de fútbol; no, para Argentina Maradona es un prócer de la patria, el reivindicador de las causas más justas, a pesar de su adicción, a pesar de haber sido borracho y contestón. Apesar de no ser un buen ejemplo para la juventud, Maradona es un héroe. Un héroe divino fuera de las canchas y tremendamente humano fuera de ellas.
Los medios que son tan complacientes con sus otros adictos. Los que le pasan la mano a Hendrix, a John Lennon, a Britney Spears… los medios que hablan con preocupación y que le desean recuperación a los drogadictos de su equipo, nunca le perdonaron a Maradona ser adicto. Porque Maradona no era de su equipo; era independiente.
Maradona no fue imagen de Adidas, ni de Master Card, como Pelé, cuya historia dentro y fuera de la cancha es impecable. A cambio, Diego no tuvo que rendir cuentas a nadie ni cuidarse de decir tal o cual cosa, para bien o para mal. Maradona fue genuino, como su pueblo.
Los que no sepan comprender que los pueblos aman a sus ídolos por lo que han sembrado, simplemente callen. Y si no, sigan mamándola.