Crónicas Argentinas: Coronavirus
Mucho se ha dicho ya acerca del Covid-19, mejor conocido como Coronavirus, así que no vamos a ahondar en ello. Diré apenas que se trata de una nueva cepa de un grupo de virus que han causado no pocas preocupaciones en los últimos años: H1N1, SARS, H5N6, gripe aviar o gripe porcina, son nombres que buena parte de la humanidad ya conoce.
Eduardo Parra Istúriz
En esta ocasión la amenaza ha traspasado todas las fronteras, alcanzando a prácticamente todos los países del mundo, generando enorme angustia. La primera alerta se dio en la ciudad china de Wu Han y luego tuvimos muy malas noticias desde Europa. Un mes más tarde el virus tocaba a las puertas de Latinoamérica y con ello, Argentina.
Una vez que apareció el primer caso, se comenzaron a a aplicar medidas sanitarias necesarias para contener la propagación de la enfermedad. El asunto es que los argentinos, al igual que otros latinoamericanos, son dignos herederos del desordenado estilo social español: besos, abrazos, contacto físico son la esencia de nuestros pueblos.
Cuarentena y aplausos
Este jueves 19 de marzo, mientras en Venezuela se celebran las fiestas de Elorza, en las calles de Buenos Aires se respiraba la intranquilidad del anuncio inminente e inevitable: habría cuarentena. El presidente Alberto Fernández estaba reunido con su gabinete ministerial y efectivamente, en la tarde de ayer (esto se escribe el 20), se confirmó lo que era un secreto a voces.
El pueblo argentino tiene algunos rasgos que encuentro negativos: el más notable es que son sumamente pasionales y se toman a pecho todo lo que les ocurre, o sea que son dramáticos y tienen la queja a flor de piel. Viven la vida en una especie de performance permanente, sufriendo o gozando a fondo por cosas que para los demás son poco trascendentales. Sin ir más lejos, la expresión para decir “no te preocupes” en argentino “no te hagas drama”.
Pero ese mismo pueblo es capaz de gestos que pueden conmover profundamente. Desde la llegada del paciente cero a tierra argentina, es sabido que el personal de salud y sanidad hace un esfuerzo muy notable por mantener a salvo a los infectados, a los vulnerables, a los no infectados y además a sí mismos, estando como están, expuestos a todos los agentes patógenos habidos y por haber. Esa gente se está jugando el pellejo todos los días.
Ayer en la noche, poco antes del anuncio de la cuarentena, salí a pasear a los perros por las cercanías de casa. Yo había tenido un día bastante agitado y el cansancio me hacía mella. De pronto, surgió desde las ventanas de los edificios un estruendo, un sonoro aplauso, y recordé lo que había escuchado en la radio: que a las 9 de la noche la gente iba a lanzar vivas y aplausos dedicados al personal de salud.
No es fácil describir lo que sentí. Fue una mezcla de sentimientos conmovedores, porque el agradecimiento del pueblo podía palparse. Traía a los dos perros (55 kilos de músculo y nervios) firmemente agarrados por sus correas, pero me las ingenié para aplaudir también desde la calle y unirme al gesto colectivo. Podrán decir cualquier cosa de los argentinos alrededor del mundo, pero la verdad es que esta gente sabe hacerte sentir uno más entre ellos, y eso también se agradece.
Aquí algunos de los videos de los aplausos.
La calle a un cuarto de máquina
De modo que estamos en el primer día de una cuarentena que durará, en primera instancia, hasta el 31 de marzo. Tal vez sea por tratarse del primer día, pero en un conteo rápido vi que había 19 personas en una cuadra, y sólo contando la acera de enfrente de mi ventana, ubicada en la céntrica avenida Pueyrredón.
Parece mucha gente para tratarse de una cuarentena total, pero quienes conocen la zona saben que esta calle es un punto muy céntrico y que puede haber más de 300 personas en esa misma cuadra en un día normal.
La estrategia parece haber sido aplicar medidas progresivas para hacerlas más tolerables: las escuelas enviaron a los niños a casa desde hace dos semanas, y desde el 16 de marzo los trenes y subterráneos funcionan bajo condiciones especiales.
A partir de ayer a las 12 de la noche, sólo se permite abrir a mercados y farmacias. Algunos restaurantes pueden trabajar si envían la comida a casa.
De los cientos, miles quizá de autobuses que pasan cada día por la calle, hoy hemos escuchado muchos menos que de costumbre. Anoche, aproximadamente a las 10, dos horas antes del inicio de la cuarentena, era un espectáculo extraño ver esos mismos autobuses, normalmente llenos a reventar a esa hora, llevando apenas a 3 o 4 pasajeros, cosa que sólo ocurre a las 3 de la mañana.
Estamos tranquilos, pero alertas. Por suerte, todos trabajamos en casa y no se ven suspendidas nuestras actividades cotidianas o, al menos, no de manera drástica. Es el primer día… ya veremos.