Crónica,  Música

Las armonías perdidas de mi abuela

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Vi una caja de música en una película y me quedé pensando: “hace tiempo que no veo una de esas”…
Mi abuela materna, la abuela Rosa, era una de esas señoras ultra cuidadosas y que conservaba todo en perfecto estado, y tenía algunas cajas de música. Recuerdo que en mi casa, la de cuando era niño, había varias de ellas, y de vez en cuando (no sé de dónde salían), aparecía por allí un mecanismo de cuerda, con su minúsculo carrillón dentado y su rodillo marcado con ínfimos puntos, que hacían vibrar los dientecillos con vayusté a saber qué melodía.

De este misterio salen las notas
Había una, que era mi favorita por lo espectacular, que era un payaso de porcelana, bastante grande, montado en una base también de porcelana, que estaba en actitud de tocar un violín. Lo increíble era que el payaso, con todo su peso, giraba completamente mientras desde la base salía la delicada música que pretendidamente tocaba el bufón con su violín. Puedo tararear de memoria el tema del payaso, aunque no sé cómo se llama, ni quién la compuso.
Había otra caja de música. Siempre estaban montadas en el mueble del juego de dormitorio de mi abuela, fabricado por el abuelo Pablo, que fue el que usó durante 10 lustros, y que ahora usa mi mamá.
 
Les decía que había otra caja de música más pequeña y que lucía más moderna porque era de plástico brillante; en ella sonaba el tema de Love Story, y el mecanismo hacía girar y levantarse a una bailarina pequeñísima, con una sutil gasa que figuraba un vestido de campana, volador y transparente, y a la cual estaba pegado su compañero: un muñequito completamente vestido de negro que lucía indefenso ante el empuje de la bailarina.
La parejita que aparece aquí es idéntica a la de la cajita de música de mi abuela
 
Un inciso. Mientras escribo esto decidí escuchar el disco “No es el fin”, de Carlos Valera, y en el primer tema suena una cajita de música. Debe ser el espíritu de la abuela Rosa, que conoció siempre mis deseos desde que nací, y me guió hasta ese disco en particular. Fin del inciso.
Seguía diciendo. Cuando escuché la caja de música en la película del sábado, comprendí súbitamente que los niños de hoy no conocen ese hermoso sonido. Creo que muy pocos han tenido cerca una cajita de música, a no ser que hayan visitado alguna tienda indecentemente cursi, con su abuela, seguramente. O con un tipo cursi, como yo, que desee escuchar una caja de música de nuevo.
Y claro, de esos poquitos, acaso un par habrá visto alguna vez el misterioso mecanismo creador de la maravilla melódica y el baile de los objetos que el fabricante (siempre prefiero los artesanales) haya decidido usar para decorar el juguete.
Ellos (los carajitos de ahora) no se quedan embobados 10 minutos viendo a la bailarina girar; experimentando cómo cada vuelta era más lenta, en la medida en que se acababa la cuerda. Porque los chamos de hoy no conocen muchas cosas de cuerda, me parece… Tampoco se preguntarán, ya mayores, cómo el artista que hizo ese payaso de porcelana logró un equilibrio tal que un mecanismo tan sutil pudiera moverlo sin que se cayera y se quebrase en mil pedazos, como tantos recuerdos que uno luego rearma a partir de un sonido, de un escenario en una película.
Claro, lo que pasa es que yo no escuché de niño el incesante golpeteo de una ametralladora en un videojuego, o en la vida real. Menos mal.
P.D. Buscando imágenes para esta entrada, me conseguí con esta otra, de una bloguera llamada Sonia, en España, que me satisfizo mucho, porque sé que tiene y disfruta de una pareja de bailarines idéntica a la que les mostré.

Un Comentario

  • Sonia

    Gracias por la referencia, el comentario y el enlace. Cierto es, la pareja de bailarines es exactamente igual que la mía, y tu entrada me ha devuelto la nostalgia por esos fascinantes mecanismos.

    Discrepo un poco en tu idea de que la infancia ya no disfruta de ellos. Quizás un poco menos, porque están siendo peligrosamente sustituidos por esos chillones chips electrónicos chinos, pero las niñas todavía reciben joyeros musicales como regalo, y la mayoría de los juguetes de bebé todavía utilizan mecanismos de cuerda para adormecerlos con sus nanas. A nosotros, los padres, nos corresponde continuar fomentando en nuestros hijos esa afición, ya sea sustituyendo, o simplemente compaginando esos sonidos de ametralladora de los videojuegos, que, oye, tambien vienen bien para despertar sus sentidos, como todo, con el correspondiente control paterno y en su justa medida…

    En resumen, gracias y me ha gustado mucho tu entrada. 🙂

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