Bitácora brasiliana (II) – Recife
Supongo que mañana haré muchas fotos, las de la verdadera ciudad, la cotidiana, que mientras estuvo el presidente acá no pude retratar a mi paso por ella, porque no podía pasar mi cámara por el protocolo; estoy acreditado como analista y no como fotógrafo.
Como de Chávez ya tienen bastante, sigo con lo mío. Me hospedo en un hotel llamado Three Towers, frente al Atlántico, mar completamente abierto, con presencia ocasional de pequeños tiburones, lo que en Venezuela llamamos cazones.
La zona de la ciudad en que me encuentro se llama Joabatao de Guararape, y es abundante en edificios residenciales, hoteles, y consultorios médicos privados. También hay negocios de comida al estilo “menú ejecutivo”, que seguramente están destinados a los trabajadores de la zona.
La gente es muy simpática (claro, es zona turística) y el primer día conocí a un cantor popular en la playa, que usa una guitarra con 5 cuerdas metálicas nada más, para acompañar cuartetas y décimas en un ritmo sencillo pero convincente.
Creo que es una de las cosas más auténticamente populares que he visto y escuchado hasta ahora. Ah, y un cartel muy interesante en el que Yemayá (Iemanjá) le hace la guerra a la aplastante presencia de varias iglesias cristianas.
Hasta ahora no conozco mucho de la ciudad: los alrededores del hotel, el Palacio de Gobierno de Pernambuco (con un lindo nombre: Palacio del Campo de las Princesas), y también un hermoso vitral que pude captar con el teléfono.
La ciudad es plana, parecida a Maracaibo en ese sentido. Está cruzada por dos ríos y varios canales. El mayor de ellos y el único que he visto hasta ahora, el Capibaribe, sirve de excusa para una bella cadena de puentes hermosamente decorados, y sirve de telón de fondo al palacio. Genera un estuario enorme, de muy poca profundidad debido a la gran cantidad de sedimento que se acumula en la zona salobre; es tan llana esa parte, que a veces los pescadores parecen caminar sobre el agua. A ver si logro hacer esa foto.
Lamentablemente el Capibaribe es de una lentitud asombrosa porque, claro, Brasil no cuenta con grandes alturas (en cambio en Venezuela hay ríos briosos, con gran declive), así que el agua parece estancarse. Contaminado hasta el límite, el río despide un olor desagradable y es de un color verde aceitunado. La cantidad de sedimentos que arrastra es enorme.
Como no me aguanto cuando estoy acá, he hecho algunas fotos de Recife nocturno, desde el balcón del cuarto. Estoy en un piso 12 y eso ayuda mucho. Les dejo el material gráfico para que disfruten.
3 Comentarios
TATHY
Es impresionante la diferencia de tu bitacora con las fotos, es mas vivido. 🙂 besos
Anónimo
🙂
Anónimo
Se trata de un interesante post Iphone Iphone Gratis 5