D&D | Forgotten Realms y la gran aventura de mi vida
Uy, ¿por dónde empezar a contarles las cosas extraordinarias que estaban por ocurrirme? Ya sé que vivo en uno de los extremos de Forgotten Realms (Reinos Olvidados) y no es que pasen tantas cosas por acá, pero a final de cuentas, adentro o afuera de Luskan, todo lo que voy a relatarles es realmente increíble.
Eduardo Parra Istúriz / Tinto Brass
Un tipo común y corriente
¡Epa!, olvidé presentarme, soy Tinto Brass, un tipo común y corriente nacido en Luskan, la hermosa Ciudad de las Velas. Le dicen así a la ciudad por la gran cantidad de embarcaciones que cada día pasan frente a nuestras costas. Y es que Luskan está en la costa de la Espada Norte, justamente en la desembocadura del río Mirar, muy, muy al norte del continente.
Ahí nací hace 32 años, y ahí he vivido siempre. Como tendría la oportunidad de constatar muy pronto, mi ciudad es bastante activa en comparación con otras poblaciones más al sur, pero a cambio, depende mucho del intercambio de mercancías. La agricultura es poca y si la estación es muy fría, pues… se come pescado, y las frutas que lleguen en barco.

Ya me fui por las ramas otra vez sin decirles quién soy. Bueno, en este mundo lleno de elfos, dragones, orcos y otros seres raros, soy un tipo común y corriente: lo primero es que soy humano, así que no esperen escamas, aliento de fuego ni varitas mágicas. Me gustan las chicas, las canciones, las muchachas, el vino, las mujeres, la cerveza… y muero por aprender cosas nuevas. Si aparece un misterio, ahí me van a tener. Y si hay damas, mejor.
Me dedico a cantar y a conectar a la gente, en Luskan conozco a todos y todos me conocen, los buenos y los malos; soy amigo del tabernero y aunque pudiera usar algunos trucos de magia para que la clientela beba más cerveza o vino, no hace falta. Los entretengo con canciones, cuentos, ocurrencias y ellos piden más y más. ¿Ya les dije que me agrada la compañía femenina?

Sí, leyeron bien: dije “trucos de magia”, y es que en mi condición de bardo, he aprendido algunas cosas, algunos trucos que son útiles. Pero la mayor parte del tiempo me basta con sonreir, y la gente está dispuesta a ayudar y a compartir sus conocimientos. En fin, que he sido muy feliz sin salir de mi ciudad portuaria y de no ser por las aventuras que me llevarían por Forgotten Realms (la curiosidad mató al gato), me habría quedado toda la vida ahí.
Un día llegaron unos visitantes y todo cambió. Siganme por acá…
¿Visitantes del circo o del infierno?
Aunque por Luskan pasa todo tipo de gentes (entiéndase criaturas pensantes), no es común que anden en grupos grandes. Una mañana pensé que había llegado el circo porque… ¡vaya grupo!. Trataré de ilustrarlos para que se puedan figurar mi asombro ante este conjunto tan excepcional de seres.
Lo primero que vi fue a una especie de hombre lagarto rojo, lleno de escamas, con cabeza de dragón y mirada penetrante que, como sospeché primero y comprobé luego, era un dragonborn. Se llama Chien Meng y es el ser más imprudente y menos diplomático que puedan imaginar, perfecto para meterse en líos sólo con dejarlo abrir la bocota.
Con él andaban dos mujeres tieflings. La primera vez que vi una de esas yo era un muchachito y creí que era el diablo en versión femenina. Me paralicé del miedo. Cuando regresaron las fuerzas a mis piernas, corrí directo a la casa del viejo monje Thelonius para que me protegiese. Él me calmó y me mostró esa raza en un antiguo tomo de criaturas mágicas.

Ahora que he vivido un poco, puedo apreciar la belleza salvaje de esas damas y créanme, ya no me paralizan. Si te acostumbras a la cola, se pasan muy buenos momentos junto a ellas. Aclaro que las de este grupo no me parecieron excepcionales; son Kriela y Tina, la primera maga y la segunda nigromante.
También hay un varón tiefling, con muy mala cara todo el tiempo (creo que es porque su nombre mueve siempre a la risa, y la gente tiene que disimular); él se da cuenta y hace lo posible por no matarlos de una vez. Se llama Arturo McPollo. Casi me desternillo de risa mientras le estrechaba la mano, y me odió, aunque luego sabría ganarme su respeto. El tipo fue militar y realmente lo pasó mal al final de la guerra porque extrañaba quebrar cráneos por ahí.
Illydia es el amor
Con ese cuarteto infernal andaba un enano druida, Fred the Freak; el único personaje de menor estatura que yo, que tampoco soy muy alto. Con él puedo practicar mis conocimientos de enánico, una lengua que aprendí hace unos 15 o 20 años. Digamos que fue una época tonta en la que creí que nunca conquistaría a una chica más alta que yo. Sí, ya sé que las enanas tienen barba, pero yo soy un maestro afeitando.
Hay que añadir al grupo a una hermosa elfa dorada, más buena que el pan, es una monje y se llama Thia, a secas. A veces es tan buena que no mide el peligro y hay que andar salvándola de su propia bondad.
Y dejé para el final a la dueña de mi corazón. Si creen que una elfa dorada debe ser bella (y lo es, realmente), es porque no han estado cerca de Illydia Galanodel, la más hermosa criatura sobre la faz de la tierra. Es una elfa del bosque y tiene la más dulce mirada, los dientes más blancos y el rostro más perfecto que puedan imaginar.

Todo en ella irradia energía luminosa y lo único que se me ocurre cuando la miro es amarla, protegerla y claro, enseñarle los secretos del amor al estilo de los humanos. Ella es druida, pero ¡qué importa! ¿les conté de sus orejas? son puntiagudas y apetece morderlas todo el tiempo. ¡Yo sé que la voy a conquistar! Por ahora me he prometido vivir para cuidarla, demostrarle mi amor, y morir por su vida si es necesario.
Pero eso lo sabría después. En este punto del relato aún me falta conocer a esta gente. Les seguiré contando en la próxima entrega.
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