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Crónicas colombovenezolanas – Shakira no llora, factura

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Toda corriente filosófica –en este caso musical- tiene sus disidencias… todos tenemos placeres culpables y en este encuentro se demostró que la Tropa Cósmica a veces también se apunta a placeres brutos, ciegos o sordomudos, como verán en la evidencia gráfica, porque yo no soy escaparate de nadie.

En la última entrega habíamos quedado en que vendría una descarga tropera en la noche y, efectivamente, tras la foto de rigor, algunos nos tomamos un café; en mi caso, me quedé conversando con Vani (Cuba) y con Giova (Perú) antes de que nos despidiéramos.

Lo de la noche prometía; había que estar listo y en el lugar a las 9 de la noche. Pero como sabemos, en Latinoamérica las 9 pueden ser las 9 y media o las 10. Del café me acerqué a Lo de Fidel, el mismo local de la esquina junto al monumento del reloj y alrededor de las 8 los que estábamos allí nos despedimos para alistarnos al compromiso.

Yo me di un baño, me cambié y me lancé al sitio que habíamos sido convocados: El Chiringuito Bar, ubicado en el barrio El Cabrero de Cartagena, frente al mar. Era como ir a uno de los tantos restaurantes que se consiguen en la costa de Falcón, cuando uno se desplaza de El Palito a Chichiriviche, pero claro, era de noche.

El Chiringuito esconde tras una fachada relativamente pequeña dos áreas bien diferenciadas; nosotros ocupamos inicialmente un enorme solar en el que había mesas y sillas en gran cantidad y allí me acomodé, con la gente de la Tropa Dominicana: Ángel Luis, Christian Brito, Freddy “Sabina”, y también por esos lados se había instalado Edwin Ciro, gran fotógrafo colombiano a quien no veía desde 2007.

Era un concierto, no una llora

Por supuesto, al ser una descarga tropera, habría un concierto preparado por los anfitriones colombianos, que precedía al micrófono libre, así que también había llevado mi cuatro. Las presentaciones musicales comenzaron con una agrupación de música típica costeña, con mucho sabor y ritmo, que puso a bailar a medio mundo. Ahí les dejo el video.

Luego, con mucha dificultad, como pasa cada vez que nos alborotamos, se calmó a la gente para que se pudieran hacer las presentaciones programadas. Lo que vendría después sería un drama-comedia protagonizado por nosecuántos troperos que intentaban hacer funcionar el sistema de sonido con un par de micrófonos para las muchachas de Ella Trova, un trío femenino (Nohra Areiza Rojas, Catherine Galindo y Carolina Guerrero) dedicadas a difundir trova con fuertes ribetes suramericanos. Me llamó la atención que usan cuatro venezolano, así que había dos en la reunión, hecho inédito en cualquier otro encuentro tropero ¿Será que estoy en casa?…

Ojo al detalle: dos micrófonos para tres voces y tres instrumentos ¿Qué puede malir sal?. Resuelto el enredo, disfrutamos del trío, que se lució con todo y las limitaciones del momento. Después de ellas vendría el desfile de voces troperas que trajeron su canto desde todas partes y a cada uno nos tocaba hacer al menos un tema del país de origen.

Entonces vino el drama, pero sin comedia.

Tomé el cuatro para comenzar con Caballo Místico de Silvio Rodríguez y todo bien; pero en El Chiringuito trabajaba Julieta, una venezolana, emigrada como yo, y quise dedicarle una canción de nuestra tierra.

Cuando me dispuse a hacer Mi Querencia, de Simón Díaz, toda la emoción de sentirme en casa y de extrañar tanto al sol, al mar Caribe; el calor y la cercanía de Colombia, toda la expectativa de un próximo traslado a Venezuela, el compromiso con Julieta, los 12 años sin asistir a un encuentro… todo, todo reventó y no pude avanzar sin llenarme de lágrimas. Lo intenté dos veces y no fue posible terminar la canción sin un quiebre, sin ruptura. La tropa mostró su comprensión y solidaridad, y aplaudieron, lo cual agradezco.

Luego hubo otras hermosas participaciones de estupendos músicos troperos, hasta que empezó la bailadera y la gozadera. Señores, a bailar salsa como se debe, que eso es lo que manda en Cartagena. Debemos haber salido de ahí, bastante alcoholizados ¡quién diría!, a las 4 de la mañana, y a las 9 nos encontraríamos en los autobuses que nos trasladarían a Santa Marta.

La Ventana al Mundo

“Santa Marta, Barranquilla y Cartagena
son tres perlas que brotaron en la arena”

Tres perlas, Carlos Alberto Vidal

Si se recorre el mapa de este a oeste, se consigue en la costa Caribe de Colombia a esas tres ciudades en el mismo orden que menciona la canción, pero nosotros estábamos en Cartagena y nos movíamos en sentido opuesto, así que para llegar a Santa Marta tendríamos que tomar la vía 90A que bordea la costa, para luego entrar a Barranquilla y de ahí conectar con la 90 (sin A) que sigue el mismo trazado, pero al otro lado del gran río Magdalena.

El hermoso paisaje de lagunas salobres, bosques y el mar a nuestro lado podíamos disfrutarlo ahora desde la ventana del autobús y se trató de un viaje lleno de hermosos parajes, pequeñas poblaciones intermedias, destacando para mis adentros Puerto Colombia, que se menciona en la canción ya referida, y mucho más allá el pueblo de Ciénaga, cuna del padre del vallenato, Guillermo Buitrago.

Aunque hicimos un par de paradas en el camino, la primera que estaba programada como parte del paseo fue la visita a un monumento que está en la entrada a Barranquilla: La Ventana al Mundo. Se trata de un doble obelisco cubierto de cristales de colores y que ostenta una ventana común, que las atraviesa a ambas. Se trata del monumento más alto de Colombia, con 47,5 m de altura.

Se construyó especialmente para los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 2018 pero ahora es uno de los nuevos símbolos de Barranquilla. Las caras internas de los obeliscos muestran los principales hechos históricos de la ciudad y la verdad les quedó bellísimo. Todo el lugar es muy hermoso y la redoma en donde se eleva el monumento ahora es visitada por cerca de 500 personas al día.

Bruta, ciega y sordomuda, pero no llora: factura

Después de las chorrocientas fotos en La Ventana al Mundo, entramos en la ciudad de Barranquilla y, contra toda lógica tropera, (pero a favor de todo el resto de la lógica del planeta), hicimos una parada en la estatua de Shakira, oriunda de esa ciudad.

La gente se arremolinó alrededor de la estatua, y las chicas del grupo hicieron figuras, bailes y demás piruetas, emulando a la barranquillera y pasándolo de maravilla. Fue un momento muy divertido y muy revelador de lo polifacéticos que somos. ¿No nos reunía Silvio? Sí, claro, pero esto también convoca, ¡y cómo!

Me mantuve a cierta distancia de la estatua mientras estaban con la joda y luego me acerqué para verla bien: debo confesar que a pesar de la perfección de las formas y los detalles, el color me hizo ruido, no me esperaba un tono taaaan amarillo. Más allá de eso, creo que la estatua le viene bien a la ciudad porque es un punto turístico y ¿Saben qué? Me encanta que se le reconozcan los logros a la gente en vida, mientras pueden disfrutarlo.

No hay duda de la importancia turística y comercial de la barranquillera. La estatua por sí sola recibe alrededor de 500 visitantes al día, generando un polo de comercio a su alrededor. Por otra parte, los recuentes conciertos de la artista en Colombia movieron ganancias por los 52 millones de dólares y 18 mil empleos temporales.

El Caimán del río

La estatua se sitúa en un paseo llamado Gran Malecón del Río Magdalena, en la ribera occidental del gran río colombiano, donde también está la Avenida del Río, bastante ancha por el gran número de visitantes que recibe. Un poco más allá, en el mismo malecón se encuentra Caimán del Río, una feria de comida con estupendas instalaciones en las que haríamos nuestro almuerzo.

“Se va el caimán, se va el caimán
se va para Barranquilla…”

Se va el caimán, José María Peñaranda

El espacio es hermoso, con una vista estupenda al Magdalena, que pude incorporar a mi archivo personal de grandes ríos visitados, uniéndose al Amazonas, el Orinoco y el Paraná. Cosas raras que uno colecciona.

Vale la pena comentar que tanto la canción de Peñaranda como el nombre del espacio y las representaciones del hombre caimán hacen referencia a un mito ampliamente extendido según la cual en el pueblo de Plato (sí, el pueblo se llama Plato) un hombre que tenía poderes mágicos se convertía en caimán para poder acercarse sigilosamente a las doncellas que se bañaban en el río y luego seducirlas.

Ojo que este mito es un asunto muy serio en la región, y particularmente en Plato, en donde dudar de la veracidad de la historia lo convierte a uno en persona no grata a los ojos de muchos de sus pobladores.

Dentro del local los decoradores tuvieron el tino de diseñar unos caimanes alados, pero con alas de mariposa, amarillas. Clara referencia a las alas de las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia en Cien Años de Soledad. Si regresan al mapa más arriba, verán que Aracataca, el pueblo natal de Gabriel García Marquez, no está muy lejos de allí.

Tras el almuerzo, variado porque cada quién compró lo que le apetecía, vino una nueva y apurada sesión de fotos, antes de seguir para Santa Marta. Lo que pasó allá se los cuento después.

Soy periodista y músico

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