Crónicas Argentinas – La Feria del Libro
Como recordarán quienes leyeron la crónica anterior, el sábado tras la visita al Jardín Botánico, nos encontramos de frente con la Feria del Libro.
Eduardo Parra Istúriz
Las entradas, a 100 pesos cada una, incluyen con su costo un “chequelibro” por 55 pesos que puede canjearse en algunas librerías de la ciudad. Por cierto, hemos visto gran cantidad de librerías en Buenos Aires.
Cuando entramos tuve la impresión de estar en una feria de turismo, dado que los puestos eran muy grandes y ostentosos, en gran contraste con los que acostumbramos a ver en la Feria Internacional del Libro que se organiza en Caracas, en el que todos los puestos tienen la misma estética y sólo varían en tamaño.
La magnificencia de los puestos dejaba ver a todas luces que estábamos en un evento con objetivos muy claros en lo comercial. Nada es gratis. En una esquina encontramos un gran local de comida y, para variar, una pizzería. En Argentina si no comes carne, comes pizza; al fin y al cabo son 50% italianos.
Destacaban en esta zona los puestos de la Ciudad de Buenos Aires, cuya publicidad en youtube es realmente acojonante y, apenas lo vimos, escuchamos la voz del locutor diciendo “La seguridad es lo más importante para vos…”, texto con el que se interrumpe cualquier video que intente uno ver por acá.
También nos impresionó por la complejidad del montaje y su tamaño el de la Universidad Nacional de San Martín, que está celebrando por estos días un encuentro de nanotecnología, lo cual explica el diseño elegido por ellos.
A mi entender, la palma por su espectacularidad se la llevó el puesto del Boca Juniors, uno de los grandes clubes de fútbol, archirrival del River Plate (me hace gracia que ambos tengan nombres en inglés). Puede apreciarse allí el trabajón que se dieron para montar semejante stand.
En el puesto de este otro equipo, menos espectacular (el stand; en los asuntos de estos dos archirrivales no me meto), había más gente, porque tenían la Copa Libertadores y todo el mundo quería hacerse una foto con el trofeo. Pasamos por enfrente y decidimos seguir adelante.
Recorrimos con facilidad el pabellón, que nos pareció insuficiente para una feria, pero al tomar lo que creímos la salida, descubrimos que se trataba de un pasadizo hacia otros pabellones. Entonces flipé en colores.
El complejo ferial que alberga la Feria del Libro es tan, tan enorme, que alberga dentro de sí lo que pudiera parecer un estadio de fútbol en pequeño, con graderías y todo, pero que según nos aclaró Luis, se trata de un espacio para competencias y exhibiciones ecuestres. Le pasamos por delante a ese “pequeño” estadio y no me lo podía creer. Unos túneles nos guiaron hacia otro pabellón, al menos el triple de grande que el anterior.
Tratando de ligar con Harley Queen
Allí sí que había de todo. Libros de todas las temáticas, de cualquier tamaño; cientos de editoriales, libros en al menos cinco idiomas aparte del español y, sobre todo, para todos los públicos.
Nos llamó muchísimo la atención una editorial especializada en artes gráficas. Libros acerca de grandes pintores; Dalí, Monet, Degas, Picasso; libros acerca de la confección de logotipos y diseño gráfico; y muy especialmente los libros acerca de técnicas fotográficas. No compramos nada, porque ninguno de esos volúmenes bajaba de 1500 pesos (100 dólares).
Más adelante nos encontramos con una editorial llamada Ciruelo. Hacen un extraordinario trabajo de ilustraciones con temática épica. Dragones y paisajes abundan, lo mismo que espadas, elfos y ese tipo de trabajos. Natasha que es amante de El Señor de los Anillos tenía los ojos como platos y yo estaba más que complacido viéndola.
Eso fue poco, comparado con el puesto de cómics que nos encontramos pocos pasos después. Allí sí perdí definitivamente a Natasha, porque el mismo etaba decorado en su parte más alta con figuras del juego digital Minecraft, una de sus pasiones de “gamer” (así se llama a quienes se dedican a desarrollar o estudiar a fondo los juegos de video).
Embelesada, dejó salir su niña interna y se entregó a ver la variedad casi infinita de juguetes, revistas, afiches, llaveros, material POP de cientos y cientos de personajes, incluyendo las sagas de Star Wars, El Señor de los Anillos, Game of Thrones, el universo Marvel y DC Comics, y cuando yo ya estaba a punto de aburrirme, ¡también había de Harry Potter!
El stand estaba tan lleno que salimos de la zona rápidamente. Poco más adelante nos encontramos con una cosplay de Harley Queen (la novia de El Guasón) y por supuesto, me hice la foto con la parejita. Yo, la verdad, quería ligar con la rubia que, no lo negarán, está de infarto. Pero el Guasón estaba muy atento y no me dio tiempo de pedirle el teléfono a la mina.
Tras la foto (gran esfuerzo de Natasha por controlar su aversión a los rostros pintados de blanco) y la amenaza, navaja en mano, piramos de allí para encontrarnos con cosas más serias y propias de una feria del Libro ¡que no es el Comic-Con, joder!.
Entre las editoriales que conseguimos más adelante destacan algunas de las provincias argentinas, que promueven los valores tradicionales de su región. También encontramos unos minilibros muy simpáticos, que ya había visto en Caracas, que meten el Quijote o Mafalda en el formato de una caja de fósforos.
Aunque tenía poca gente, el stand de Brasil contenía algunos libros que a mí me llamaron mucho la atención y que Natasha vio con nulo interés: están en portugués. Allí estaban obras de Jorge Amado como Doña Flor y sus dos maridos o Tieta de Agreste, además de otros volúmenes y muchos diccionarios portugueses, como los que tuve oportunidad de comprar en 2008, en Recife.
Un punto muy interesante fue el puesto especializado en temas nutricionales. La primera vez que escuché el concepto de “crudivegano” fue cuando Natasha me lo mencionó: se trata de gente que, además de ser vegetariana se come todos sus alimentos sin cocinar, toda una estrategia para ahorrar electricidad o gas, pero sobre todo la búsqueda de una alimentación más natural y sana. Ella ha practicado esta forma de alimentación y ha pasado meses sin usar la cocina. En ese stand destacaba sobre todos los demás tomos uno muy verde, que tenía, en letras blancas: “Crudiveganismo”. Tampoco lo compramos porque en internet hay muchísimo material disponible.
Las Malvinas SON Argentinas
Tras seguir adelante y pararnos en muchos otros stands, atraídos por las portadas de los temas más disímiles, fuimos imantados por un puesto dedicado exclusivamente al tema de las Islas Malvinas. Es, sin lugar a dudas, uno de los asuntos más serios de los que se puede hablar en Argentina. Se trató de una guerra inútil, desigual, cruenta y, sobre todo, evitable.
Las heridas dejadas por la dictadura de Videla, los 30 mil desaparecidos y la represión brutal de esos años dejaron heridas muy profundas en la sociedad argentina, y el conflicto de las Malvinas ocurrió hace apenas 35 años, de modo que aún hay muchísimas familias que sienten la falta de uno de sus hijos o nietos, sacrificados estúpidamente en un estertor de la dictadura, que quiso apelar al nacionalismo para cerrar filas en torno a sí mismo.
En ese puesto hicimos varias fotos y vimos con asombro la cantidad enorme de libros que relatan los detalles más pequeños de esta guerra. También hay toda una rama novelística que basa sus historias, ficticias claro está, en los testimonios -estos sí, muy reales- de soldados y civiles que vivieron tan terrible momento de la historia del continente.
Toda la historia de las Malvinas encuentra paralelismo en el Esequibo venezolano, arrebatado alevosamente de nuestro territorio por el apetito voraz de la misma corona inglesa. Es muy difícil querer a esos hijosdeputa, con el perdón de Wilde, Conan Doyle o John Lennon… la sabiduría y la paciencia de Ghandi o Mandela no la tenemos todos a la mano.
La Radio Nacional y los apetitos voraces
Tras el impacto dejado en nosotros por el encuentro con tan cruda faceta de la historia reciente, nos dispusimos a salir de la feria. Nuestros estómagos clamaban atención. Antes de salir, nos topamos con un estudio montado en un lateral del pabellón, con una unidad móvil, de Radio Nacional Argentina. Allí entrevistaban a una cantante de importancia en el país, quien se acompañaba de un veterano guitarrista. Irónicamente, a esa misma hora habríamos estado nosotros recién saliendo de nuestro programa de radio Café Atlántico en Alba Ciudad, el cual deseamos fervientemente volver a transmitir muy pronto, una vez que la radio nos de la voz de reinicio. Tenemos mucho para compartir con nuestro público en Caracas.
Una vez fuera del complejo ferial, nos encontramos de frente con el motivo de nuestro paseo sabatino, iniciado, como recordarán los lectores, en la crónica anterior: la Plaza Italia.
Por alguna razón que desconozco, todo el perímetro de la plaza, bastante grande, vale decir, estaba cercado. Una gran estatua ecuestre del héroe italiano Giuseppe Garibaldi domina el área. La plaza sirve de redoma o rotonda y retorno en la avenida Santa Fe, así que ya sabíamos qué hacer para regresar caminando a casa.
Pero como recordarán, teníamos hambre. Nos encontramos con un local que anunciaba en su entrada un lechón con guarnición de papas horneadas, y la oferta fue demasiado para nuestros sacrificadas glándulas salivales.
Entramos al local y ¡oh, sorpresa! era una sucursal de cualquier local caraqueño: la música de fondo varió entre Héctor Lavoe, Marc Anthony y otros salseros, e incluso la mesera que nos atendió era una simpática morena natural de Cali, Colombia. Inmediatamente nos brillaron los ojos, nos reconocimos por nuestros respectivos acentos y comenzamos a bromear ruidosamente.
Por supuesto, pedí el lechón, mientras que Naty se “conformó” con su manjar favorito: pizza. Dejaré que las fotos expresen claramente qué opino del crudiveganismo.
Tras la suculenta comida, volvimos a casa, sabiendo que sería nuestra última noche en el inolvidable apartamento de la avenida Gallo, en Palermo, que habríamos de abandonar el domingo. La caminata fue tan agradable al regreso como de ida. Nos fuimos agarraditos de manos, abrazados, borrachos de ser tan felices como podemos ser.
Ya les contaré acerca de la mudanza del domingo…