Crónica,  Viajes

Bitácora Equatorialis 0º, 0′, 0″ – Parte I

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Tardíamente sale esta primera parte de una cŕonica que les debo… o que me debo. Allí vamos.

Quito lindo de mi vida yo te canto con amor

Entre el 4 y el 9 de agosto de 2009, viajé a un punto muy particular del planeta. La línea ecuatorial recibió toda mi curiosidad y mis ganas de reunirme con alguien a quien quiero mucho desde hace años, y a quien no había podido ver en persona: Vanesa Vergara, la misma quiteña de Cheqa y Munaq.

La razón para hacer este viaje fue, aparte de las posibilidades económicas abiertas, el apoyo que Radio Fe y Alegría ofreció a este servidor y a Martha González, como conductores de Café Atlántico, para cubrir el concierto del cantautor cubano Silvio Rodríguez, el 7 de agosto en Guayaquil. Este concierto se enmarcó en los actos del Bicentenario del primer Grito de Independencia en Suramérica, que tuvo lugar en Quito el 10 de agosto de 1809. Por esta razón se le llama “La Luz de América”.Es así como Martha desde el 31 de julio, y yo desde el 4 de agosto, nos embarcamos en la aventura de conocer una nueva ciudad, un nuevo país, con sólo 500 dólares en el bolsillo. Los trámites de CADIVI son terriblemente molestos, y no quiero quedarme en eso, sino en lo bonito que estuvo nuestro viaje. Comencemos por Quito, que fue nuestro primer destino.


Martes 4


Llegué al Aeropuerto Internacional “Antonio José de Sucre”, en Quito, a las 7 de la tarde, más o menos. La ciudad está altísima y a pesar de ser “verano” hacía poco más de 15 grados C. en el momento en que llegué. Ya había tomado mis precauciones y no me faltó una chaqueta negra en todo el viaje.

Lo primero que hice fue instalarme en la enorme y hermosa casa de Vanesa; sus padres, Marco y Rosa; y su hijo Felipe (todo un caballerito). En casa cuentan con una acogedora habitación de huéspedes en la que sólo sentí frío el viernes, que nos levantamos a las 5 de la mañana, pero eso lo cuento en otra entrega del relato.

Aquí con Felipe (hijo de Vane) y con el Sr. Marco, a quien agradecemos su enorme hospitalidad. Allí estábamos en el comedor de la casa evaluando distancias y rutas de Quito a Guayaquil. Planificábamos alquilar un vehículo.

El evento que nos ocupaba sería el día 7, de modo que no había apuros. Esa misma noche , una vez que Vanesa llegó del trabajo, salimos con ella y Felipe hasta la Plaza Fosh para encontrarnos con Rafdil, Aufry, Gabriel y Paula, amigos y troperos venezolanos que viajaron también con el objetivo de ver a Silvio. La idea era compartir un poco, y a probar algún licorcillo local. Venden allí un “calentaíto” acanelado, que mezclan con frutas y que a mí no me gustó mucho. Me quedo con mi cocuy de penca…

Comimos una rica “tablita” de cerdo, que no es otra cosa que una selección de carne de cerdo acompañada con piezas de charcutería, ensalada, papas y pollo, a la parrilla, todo sobre una tabla de carnes tamaño doble. ¡Delicioso!.

En la Fosh. De izquierda a derecha: Martha, Gabriel, Rafdil, Paula (con chupón), Aufry, Vanesa y Felipe.
Lindo grupo
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En la Plaza Fosh hay calentadores: unos postes de aproximadamente de 2 metros de alto que tienen en la parte alta un mechero protegido con una malla. Es como una fogata controlada y mantiene caliente sus alrededores. La temperatura del Quito nocturno está muy por debajo de lo que se acostumbra en Caracas. Sin embargo y por probarme a mí mismo, me senté en el extremo opuesto al calentador, con algún escalofrío. Nada, la adaptación debía ser rápida.

Tras compartir con Rafdil y familia, nos retiramos de nuevo a casa de Vanesa, a descansar porque el día siguiente sería movidito. Eso, en la siguiente entrega.

Un Comentario

  • Cheqa

    falta la siguiente parte 🙂
    falta también decir que cuando supe que mi venezolano bello estaba ya en el pupo del mundo me emocioné muchísimo! y cuando llegué a casa y nos abrazamos sentí una emoción inmensa casi indescriptible porque ese instante había sido no sólo esperado sino añiradísimo hace tiempo! siga con la crónica que ya me gustó! 🙂

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