Artes,  Crónica

Bip, bip, bip…

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Tal día como hoy (ayer, porque cuando empecé a escribir era 4 de octubre…), hace 50 años, el satélite espacial Sputnik emitió un “bip, bip”, que fue registrado por el Soyuz (servicio espacial soviético) y que daría inicio a la mayor carrera tecnológica conocida por el mundo desde los tiempos de la Revolución Industrial.

Un “bip, bip” parece ser el inicio de muchas carreras. Diariamente el correcaminos hace el suyo y un tozudo coyote insiste en devorarlo con nulo resultado. Pero este otro “bip, bip”, el orbitario, inició una carrera entre las dos superpotencias por el dominio de las formas de propulsión a chorro, a megatón o whatever.

Esto sucedía bajo el esquema del equilibrio bipolar perfecto, en el que cada país del mundo se alineaba a las directrices políticas de una potencia -incluso unos rebeldes que se alinearon al grupo de los no alineados-, y obedecía por grado o por fuerza a sus designios.

He allí la clave del asunto: se trataba de obediencia, de aceptación, de supervivencia. Todo ese esquema se sustentó, claro está, en el poderío bélico de las potencias en pugna, que a su vez descansaba y se disimulaba parcialmente en una carrera por el dominio del espacio exterior; se trataba, según ellos, de lograr avances para la ciencia, buscar la cura a enfermedades como el cáncer en los confines del espacio…

En 1962 hubo una seria crisis porque la Unión Soviética pretendió colocar misiles* en Cuba, con alcance suficiente para bombardear Nueva York. Claro; EEUU había colocado misiles de alcance medio en el lado occidental de Alemania y podía bombardear Moscú. La carrera iniciada con el lanzamiento espacial del Sputnik daba uno de sus primeros frutos: el misil de alcance medio. También fue hijo suyo el zapatazo de Kruschev en la ONU.

Pronto aparecería el misil de alcance intercontinental, y por supuesto, eso implicaba que muchas zonas consideradas estratégicas por uno y otro bando dejaron de serlo. Se inauguraba una nueva etapa en la que la salida de un misil desde algún lado del mundo sería automáticamente respondido con otro misil: a ello se le llamó etapa de la Destrucción Mutua Asegurada. El mundo vivia con terror de que en cualquier momento alguien pisara los botones y voila…Pero ¿qué traía el futuro?
En 1978 George Lucas estrenó la famosísima Guerra de las Galaxias (Star Wars), con su genial musicalización y maravillosos efectos especiales (jeje, ahora lucen fatales, pero era 1978). En la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Leonid Brézhnev, y luego Andrópov, dirigían los destinos del bloque comunista. En 1982, Ronald Reagan y Margareth Thatcher estaban listos para dar un paso crucial, que consistía en la colocación de un escudo de misiles en órbita alrededor de la Tierra, sueño que se cumplió pronto y que inauguró una nueva etapa en la geopolítica mundial: ¡La Guerra de las Galaxias!. Así se llamó el estado de cosas que superaba la Destrucción Mutua Asegurada; aparte de que estamos seguros de matarnos todos, ahora lo podemos hacer desde el espacio, sin disparar un tiro en tierra firme.
Todo esto, para decir que me alegra que existan los satélites artificiales; que el año que viene Venezuela estrenará uno y se llamará… ¡adivinen!, sí, sí, se llamará Simón Bolívar. Me agrada que podamos ver en casa lo que ha sucedido hace tres segundos en el otro hemiferio.

Pero hace unos días murió otro Bip. El Bip mudo, el de las manos blancas, ese que también era conocido como Marcel Marceau. Me enteré de que Bip Marceau murió apenas dos horas después del suceso, y fue gracias a algún satélite convenientemente ubicado en línea con antenas francesas. Bip era un mago genial, un profundo conocedor del gesto humano, y seguramente con él muere el noble arte de la mímica, al menos como para que la gente vaya a los teatros.
Lamentaré también si, un día, por culpa de un “bip, bip” que sonó hace 50 años en la estación moscovita del Soyuz, un “bip,bip” capaz de dirigir a la Tierra el terror de Hiroshima multiplicado en millones; lamentaré si no hay nadie en esta esfera hasta ahora azul, para ver a un Bip de nuevo cuño, para apostar que esta vez el coyote sí se come al correcaminos, o solamente para escuchar algún otro “bip, bip”, de algún lugar a años luz en el universo.

* Según el DRAE, la palabra mísil se acentúa en la primera i, pero en Venezuela no pronunciamos “mísil” o “mísiles”, sino misil, o misiles. Por eso he omitido la tilde.

Un Comentario

  • Anónimo

    eduardo

    interesante tu decodificación de tanto Bip Bip
    desde Marcel su bip bip fue en gesto en ternura en trasmisión y entre el milagro del silencio
    quizás la colmena…quizásla abeja en su bizz bizz nos pueda enseñar tantas cosas de vivir en comunidad…lejos de otros bip bip contaminantes ..no?
    un gusto leer
    cariños
    mabel de argentina

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